¿Cuánto vale un tweet? Sin duda esta es actualmente la pregunta del millón. Desde que los profesionales del marketing pusieron sus ojos en las redes sociales, se ha tratado de cuantificar el valor de la difusión viral. Y no tiene una respuesta fácil.
Existen herramientas como Monitter, Twitalyzer o Between que tratan de medir toda una serie de parámetros para obtener un valor, que es en definitiva lo que necesitan las empresas de comunicación para poder presupuestar una campaña.
Pero la cuestión es ciertamente compleja. En primer lugar, el valor de un tweet depende de quien lo emite, es decir, de quienes somos. Este quienes somos es lo que se traduce en que la gente nos siga o no. Alguien nos seguirá ante la expectativa de que lo que producimos (nuestros tweets) van a resultarle interesantes. Nuestra frecuencia de tweets y el que cuidemos y nos relacionemos regularmente con nuestros seguidores, tiene un afecto de adición, y produce que éstos crezcan.
Si nadie me sigue, es evidente que no tendré oportunidad de comunicar nada, pero el número de seguidores no es una garantía. Y no lo es porque una de las normas de etiqueta es seguir a quien nos sigue. Además, si quien nos sigue es muy activo y tiene muchos seguidores, podrá retwittearnos haciendo que nuestro mensaje se difunda también entre sus contactos. De este modo, el valor de nuestro tweet dependerá también de la calidad de nuestros seguidores. Esto no es nuevo. De hecho los documentalistas hablan desde hace mucho de los “colegios invisibles” para referirse a grupos informales dentro de una comunidad con unos lazos mas fuertes basados en áreas e intereses comunes. Si en las comunicaciones científicas estos colegios generan citas, en Twitter producen retweets.
Y aquí no termina todo. Cada mensaje concreto tiene una potencia intrínseca que condicionará el que se difunda más o menos, y dicha potencia –además- es difícilmente previsible a priori. Es lo que Dawkins llamó memes, o ideas con capacidad para difundirse y perpetuarse.
Y mas allá de la calidad del mensaje, de los emisores y de los reemisores, también está lo que podemos llamar “oportunidad”. Twitter es tan volátil que éxito de un mensaje puede depender de la hora a la que se lanza. O que coincida con otros mensajes que están generando gran atención.
Y al igual que Twitter, el resto de redes tienen características comunes, además de algunas variables en función de cada plataforma y la idiosincrasia de sus usuarios (que no tienen el mismo perfil).
¿Cual es la fórmula mágica?, pues probablemente es imposible de conocer. Quizá sean determinantes nuestras habilidades sociales dentro y fuera de la red, nuestra reputación y alguna dosis de buena suerte.
Si el correo electrónico es un medio de comunicación personal y los medios tradicionales son medios de comunicación de masas, las redes sociales se sitúan en un término medio, y tienden hacia uno u otro extremo según la capacidad de los mensajes de difundirse menos o mas. El valor económico de los mensajes se basa en ello, pero estamos muy lejos de poder medirlo a priori.
Y ahora traslademos todo esto al área de la salud. Somos una organización o una institución y queremos que nuestro mensaje llegue a los ciudadanos. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo conseguir el éxito en una campaña de Salud Pública?
La semana próxima intentaremos dar algunas claves.
1 comentario:
Excelente aporte a la Comunicación2.0, que cada vez cobra más fuerza en todos los ámbitos de la sociedad.
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