“Las redes sociales son los oídos de una organización, aunque no es suficiente tener oídos para sabe escuchar”. Es esas estábamos hace un par de semanas, cuando Julio Bonis llamó nuestra atención a través de Twitter. Tened cuidado –venía a decirnos Julio- porque con las redes sociales no estáis escuchando a TODA la población.
Este tema tiene una importancia crucial, y a veces olvidamos que una buena proporción de ciudadanos no tiene acceso a Internet. ¿Cuál es la causa de esta brecha?. Probablemente la principal es la edad y la situación de dependencia de muchos de nuestros mayores. Pero también la falta de posibilidades (conocimientos, habilidades) para adaptarse a los cambios y, sin lugar a dudas, una importante brecha económica.
Está claro que cualquier avance tecnológico ha generado exclusión entre quienes no podían adoptarlo. La aparición del coche. De la radio, de la televisión, del teléfono móvil. . ha generado una fractura entre quienes podían utilizarlo y quienes –por diferentes motivos- no tuvieron esta posibilidad.
El problema es que Internet es más que un cambio tecnológico. Supone un medio de comunicación y una puerta para el acceso a la información y servicios de diversa índole.
¿Qué ocurre entonces si ofertamos servicios públicos a través de Internet? Pongamos un ejemplo. La cita previa electrónica permite solicitar consulta con el médico desde casa, con mayor flexibilidad y comodidad que de forma telefónica o presencial. Esto supone una importante mejora en la accesibilidad para los usuarios conectados pero ¿supone una mayor exclusión para aquellos que no tienen acceso a Internet, o no saben usarlo? El mismo dilema ocurre para cualquier servicio de e-gobierno o de comunicación con el paciente.
Paradójicamente, una operadora de telecomunicaciones adoptó hace unos años el eslogan “Internet es un derecho, no un privilegio”. Así lo entienden gran número de organizaciones de internautas que promueven zonas wifi gratuitas Y así lo entendió la ONU el pasado junio cuando su asamblea general declaraba el acceso a Internet como un derecho humano, instando a los gobiernos a “esforzarse" para hacer Internet "ampliamente disponible, accesible y costeable para todos".
Actualmente, el acceso a Internet en España es considerablemente más cara que en los países de nuestro entorno, y los médicos sabemos que buena parte de la población que atendemos –especialmente nuestros viejos- tiene dificultades económicas para simplemente sobrevivir.
Ante esta situación, el mandato es doble. Por un lado no debemos olvidar, a la hora de diseñar servicios en red, que no todo el mundo está en disposición de acceder y, por tanto, deben existir vías alternativas para no excluir a nadie de dichos servicios.
Por otro lado, si el acceso a Internet es un derecho, deberían habilitarse tarifas “sociales” como en otros servicios públicos, de modo que nadie quedase excluido por motivos económicos. Hay otras vías. En Estados Unidos, por ejemplo, las personas sin recursos –e, incluso sin casa-, utilizan las fantásticas bibliotecas que permanecen 24 horas abiertas como punto de acceso gratuito.
En SaludColaborativa, mi blog personal, hablábamos esta semana del Principio de Pareto, donde el 20% de la población consume el 80% de los recursos. Y es que la brecha tecnológica es la punta del iceberg de brechas más profundas en cuya base, siempre, siempre, está la desigualdad económica y educacional. Doble, triple, cuádruple brecha. Lejos de nuestra mano está la solución a este asunto, pero tratemos de aportar nuestro granito de arena diseñando servicios accesibles. Apostemos con organizaciones con alma, con personas y para las personas, y con muchos oídos para escuchar a todos.
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